martes, 10 de noviembre de 2009

Comunicación instantánea

De vuelta a casa en tren, he estado leyendo La Vanguardia de ayer (por cierto, no sé a quién debo agradecerlo, pero creo que es una gran idea que nos den un periódico en la facultad). Como últimamente estoy un poco descolgada de la vida real, intentaba desentrañar los misterios del caso del secuestro del Alakrana más allá de lo que oigo por las mañanas en las noticias de la radio o de la televisión, por lo que me he leído hasta la última palabra de la doble página dedicada al caso.

A lo que iba, al final de uno de los artículos, me he encontrado con el siguiente párrafo:
"Durante su secuestro por las Brigadas Rojas en 1978, el político italiano Aldo Moro escribía cartas pidiendo que le salvasen la vida. En el caso del Alakrana, en estos tiempos de la comunicación instantánea, todo se hace por teléfono. Así, cuando hace unas semanas se interrumpió la comunicación por unos días, las mujeres de los marineros sintieron pánico. Ahora la línea está permanentemente abierta."

No he podido evitar reflexionar sobre este apunte que hace Anxo Lugilde sobre la ansiedad que nos provoca cuando los más modernos sistemas de comunicación que tenemos a nuestro alcance nos fallan. Nos lo tomamos como algo personal, como algo que es absolutamente imposible que pueda pasar. Si nos falla algún medio de comunicación como Internet, la línea telefónica, el móvil... nos desesperamos de tal modo que podemos ocasionar algun que otro desastre.

Si llamamos a alguien que se supone debe estar disponible para responder la llamada, muchas veces nos tememos lo peor. Quién no ha sufrido en algún momento la angustia de su madre/padre al ver que el abuelo/a no contestaba al teléfono, cuando se supone debe estar en casa; o el enfado que nos coje cuando Internet nos falla cuando se supone deberíamos estar terminando un trabajo, por poner algunos ejemplos.

Pero las máquinas no son perfectas, entre otras cosas, supongo, porque las desarrollamos nosotros, y estamos llenos de imperfecciones.

Precisamente hoy, también, he rememorado la ilusión de recibir una carta de un ser querido al que se tiene lejos. Porque, que a mi no me digan, es mucho mejor recibir noticias de los tuyos escritas de su puño y letra, aunque vengan mucho más tarde que nuestra querida comunicación instantánea, y aunque sean como complemento a las noticias diarias que recibimos de ellos por correo electrónico, Facebook, Skype o Messenger.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Tengo 216 amigos

Esto es lo que dice mi facebook. Pero entre tú y yo, creo que este dato excede totalmente mis capacidades, pues me veo totalmente incapacitada a mantener una relación suficientemente estrecha con todos y cada uno de mis "face-amigos" como para llamarlos eso, "amigos".

Muchos de nosotros hemos agregado masivamente a contactos con los que podríamos haber mantenido algún tipo de relación en algún momento de nuestras vidas, por pequeña que fuera, sólo por el hecho de poder ir sumando contactos y que los demás pudieran ver lo extremadamente abiertos que podemos ser, pues eso se traduce en cantidad de amigos, ¿no?. Sobretodo en nuestros primeros días en esos lares. [Lo reconozco, yo también he pecado].

Pasa lo mismo con los grupos a los que nos unimos. Nos alegramos fervientemente al ver en nuestra página de inicio que alguno de nuestros amigos se ha unido a un grupo con el que mínimamente nos podemos identificar, para así poder estrechar un poco más nuestros lazos.

Pero lo más seguro es que, aparte del momento en que te unes al grupo, no vuelves a entrar nunca más en esa página, hasta que decides hacer limpieza porque te das cuenta que ya estás unido a más de 90 grupos, y que puede que representen demasiados... Algunos de los mejores ejemplos que he podido ver últimamente de grupos curiosos han sido "Salgo más noches que el camión de la basura", "Noches sin freno, mañanas con Ibuprofeno", "Me encanta ir de compras" o "Yo nací cansado y con sueño acumulado" (también hay otros que suscitan mi admiración como "Empanarse", "Jo també he jugat al 1,2,3 pica paret" o "Yo también iva a la papelera a hacer punta para hablar con mis amigos").